Violencias en el trayecto migratorio y consumo de sustancias
Opinión: Maider Moreno García
Los procesos y trayectos migratorios no son lineales, ni individuales, suelen comprender diferentes territorios y responden, generalmente, a proyectos y expectativas familiares, en su sentido más amplio. Las posibilidades de migrar están condicionadas por regímenes de movilidad que combinan lógicas económicas, burocráticas y de “seguridad”. Las fronteras y sus dispositivos de control (controles documentales, bases de datos, visados, centros de detención, etc.) clasifican y jerarquizan a quienes se desplazan. En ese sentido, actúan como operadores de alteridad (Cortés y Manjarrez, 2018), produciendo categorías jurídicas (“regular”, “irregular”, “solicitante de asilo”) y subjetividades políticas diferenciadas (migración “deseable” o “indeseable”), con derechos y tiempos desiguales. Estas tecnologías de control moldean las rutas (“corredores”, “cuellos de botella”), intensifican la exposición a riesgos y reconfiguran la temporalidad de la vida de las personas migrantes mediante la espera administrativa y la incertidumbre. Entre nuestras/os entrevistadas/os, en el marco del estudio del acompañamiento a las adicciones en personas migrantes (Progestión, 2025), encontramos varios testimonios que reflejan la complejidad y violencia que marcan los itinerarios de las personas migrantes. El trayecto de Hakim por la ruta de los Balcanes es ilustrativo a este respecto:
“Salí de Marruecos hace dos años, de ahí fui a Turquía y de Turquía a Bulgaria. Pasé 8 días perdido en un bosque de Bulgaria con cuatro personas más. De ahí llegué a Serbia, a las cuatro horas de estar allí, la policía me llevó a prisión. Desde el 8 de agosto hasta el 18 de enero estuve en prisión por entrar ilegalmente […]. De ahí fui a Bosnia, en la frontera de Croacia y Bosnia. En Croacia nos interceptaron y me mandaron a un campamento. Después seguí cruzando fronteras bajo un camión y llegué a la capital de Eslovenia. Legué a Liubliana y me entregué directamente a la policía. Después fui a Italia y de Italia fui a Suecia. De Suecia a Francia y de Montpellier a San Sebastián y a Madrid. Así llegué aquí.” (Hakim, Marruecos, 9/4/2025, Madrid).
El trayecto de Hakim, que hemos trazado en el mapa que ilustra este post, implica dos años de itinerancia y más 7.000 kilómetros en los que ve su vida peligrar en múltiples ocasiones. La voluntad por buscar “una vida mejor” es la que le empuja a seguir frente a situaciones de peligrosidad extrema, la privación de libertad y la vulneración de sus derechos humanos. Tras toda su travesía Hakim se encuentra, y hasta hoy, en situación de calle en España. La soledad y las múltiples violencias aparecen como vector común a todo su trayecto migratorio, desde la salida hasta la llega y una vez “instalado” en España. En la calle Hakim comienza a consumir las sustancias que encuentra como remedio a un síndrome postraumático evidente y una forma de anestesia ante el dolor. Pasarán años hasta que Hakim pueda llegar a un recurso en el encuentre un acompañamiento a las adicciones que, permaneciendo en situación de calle, son difícilmente tratables.
Bibliografía:
Cortés, A., & Manjarrez, J. (Eds.). (2018). Género, migraciones y derechos humanos. Edicions Bellaterra.


