
Motivos raciales y religiosos para la criminalización de las drogas

La fiscalización de drogas a la que estamos acostumbradxs asienta sus bases en lo perjudicial de aquellas sustancias ilegalizadas para las personas que las consumen y su entorno, por lo que el fin último parece ser la protección de la salud de las comunidades frente a aquellas sustancias psicoactivas que potencialmente pueden perjudicarlas.
Sin embargo, estas prohibiciones elaboradas principalmente en el siglo XX empiezan a encontrar ahora estudios que las cuestionan. Hoy os traemos uno de Petter Grahl Johnstad en la revista Ciencia, Política y Derecho de las Drogas (2023) donde propone una trazabilidad de las políticas prohibicionistas en Europa y Estados Unidos explicada desde la religión y los movimientos migratorios. En contraposición a los argumentos de “daños a la salud” que se ofrecen para justificar la prohibición de unas sustancias y no de otras, el estudio recoge varias investigaciones en las que se muestra cómo el riesgo de psicosis asociado al cannabis moderado es igual que el del alcohol, o cómo sustancias como la cocaína tienen un margen de seguridad superior al del alcohol, a pesar de estar una prohibida y la otra no.
Así, el estudio nos habla de la ilegalización del opio tras el asentamiento de las primeras comunidades chinas, señalando específicamente a las personas procedentes de China como consumidoras e importadoras en EEUU. Acción similar a la que se estableció con la marihuana y la primera llegada de mexicanos. Por otro lado, las drogas que no han entrado en las listas como prohibidas son señaladas por el autor como aquellas que se integraron en las culturas europeas durante el S.XX, mientras que las que si entraron traían un histórico de no aceptación dentro de la cultura y religión europeas.