¿Hablamos de estigma en el acceso a tratamiento?

Publicado el 30 de octubre de 2023 en Noticias

Según Goffman (1963) el estigma es un atributo por el cual el individuo es clasificado y etiquetado en valores sociales negativos. Para el autor, hay tres tipos de estigma clasificados según hacia donde se sitúa la etiqueta. Estos tres tipos se relacionan constituyendo ejes de vulneración de mayor o menor intensidad, formando respectivamente barreras para acceder a los sistemas de ayuda.

En primer lugar, nos habla de la estigmatización relacionada con el cuerpo, donde podríamos situar el género, en tanto que una asignación asimétrica de valores a los sexos. En segundo lugar, se encuentra el estigma asociado al carácter, donde el propio autor ubica los problemas relacionados con las sustancias. Y, en último lugar, nos habla del estigma tribal, que es aquel relacionado con la religión, la etnia, o la nacionalidad (Goffman, 2006).

Así, cada elemento subyacente a la cultura, a todas esas cosas que operan detrás de nuestros comportamientos y percepciones, pero que no se ven, incidirán también sobre la experiencia que cada persona tiene con las sustancias y la asignación de valores que se le den a esa experiencia (lo que será determinante a la hora de demandar tratamiento). Por lo que, en el contexto cultural del consumo, a la teoría de Goffman le falta un elemento clave en la aparición del estigma, un elemento carente de cuerpo y valores: las sustancias.

De esta manera, si recogemos elementos de los objetos de estigma de Goffman, y el anteriormente propuesto, podemos plantear algunos ejemplos edificantes:

A una mujer, consumidora de cocaína y extranjera, se le asociará de forma estereotipada con la prostitución y, si es madre, con una incapacidad para cuidar de ella misma, de sus criaturas y de la comunidad. A la inversa, si es hombre, consume alcohol y ha nacido en España, habrá de pasar mucho tiempo para que tanto él como su entorno perciban un problema. En el primer ejemplo ella no acudirá a tratamiento por miedo a la penalización social, cultural y -por ende- material (retirada de custodia de sus criaturas).

En el segundo ejemplo, no acudirá a tratamiento por asociar una debilidad de carácter al consumo problemático, por un lado, por la normalización social del alcohol, y por el imaginario de los hombres como seres racionales capaces de contener sus conductas sin ayuda. Ambos casos temerán sentirse encasillados en estereotipos socialmente negativos, de hecho, en EEUU, un estudio aseguró que, en 2021, alrededor del 10.4% de las personas que en el año anterior sintieron que necesitaban tratamiento para el consumo de drogas no lo buscaron porque referían temer atraer actitudes negativas por parte de la comunidad.

El contexto cultural que rodea al consumo de sustancias no es diferente, sino una reproducción a escala, del sistema cultural que organiza nuestras sociedades. Esta forma de organización se traslada al consumo en distintos planos, por lo que las barreras de acceso al tratamiento se presentarán más infranqueables para aquellas personas a las que se les agreguen elementos de estigma derivados de la suma de sus ejes de opresión, específicamente a las mujeres, a las personas de género disidente o a la población migrante.

Bibliografía y documentos de interés