
Estigma y género. No, no siempre estamos plegadas a la norma

«Las chicas son más prudentes, por eso consumen menos», «el género es un factor de protección para ellas porque la norma las aleja del consumo de drogas por mandatos de discreción».
Estas son algunas de las frases que hemos podido leer o escuchar cuando hablamos del consumo de sustancias en mujeres. Lo cierto es que haber quedado relegadas en todos los ámbitos de la vida genera consecuencias que, por supuesto, atañan al consumo también.
Sin embargo el mundo está cambiando constantemente y las mujeres no somos agentes pasivos de lo que sucede. El género es un sistema de organización social basado en una jerarquía de lo masculino sobre lo femenino que necesita de la dominación y el silenciamiento de lo segundo para sostenerse. Por ello cuenta con tecnologías afinadas que se engranan a través de mandatos y sanciones alrededor de ellos: tanto por incumplirlos como por obedecerlos.
Consumir sustancias es en sí una transgresión de la norma de género, porque implica placer, desinhibición, conexión social, verborrea… si además son ilegales, la desobediencia es doble, por lo que cabe esperar que la sanción social también.
Pero ¿somos tan sensibles a las sanciones? tras años dentro de la jerarquía violenta que es el género ¿no hemos desarrollado estrategias que nos permitan rebelarnos sin ser vistas? Por supuesto que si, y vamos a coger el consumo de una sustancia ilegal como el MDMA en mujeres jóvenes para ver por qué.
Poniendo el foco en la encuesta EDADES (2024) del Plan Nacional Sobre Drogas vemos que el consumo de esta sustancia en hombres duplica en todos los tramos de edad y frecuencias de uso al de las mujeres, lo cual nos llevaría a pensar que seguimos plegadas a la prudencia. Pero si tenemos en cuenta todos estos artefactos de asignación de roles y sanciones que nos rodean podemos inferir que quizá estemos infra representadas en estas encuestas, dado que consumir sustancias ilegales para nosotras tiene un coste social, mentir es una estrategia de ahorro.
Girando el foco y poniéndolo en otras encuestas, como la última del Observatorio de Energy Control (2023) vemos que el uso de MDMA y Speed está convergiendo entre los géneros masculino y femenino. Es una conclusión plausible pensar que servicios cuya razón fundacional es no sancionar el consumo, sino acompañarlo, las mujeres tenemos algo más de margen para rebelarnos con soltura. Por ello merece la pena atender a los datos que nos dicen que no solo las prevalencias relativas entre mujeres son iguales o incluso superiores, sino que los porcentajes de iniciación en los últimos doce meses también muestran una incorporación creciente a estos consumos.
Por lo que debemos empezar a dar por obsoletos argumentos reificantes del comportamiento femenino y analizar qué papel juegan las sustancias, que nuevas estrategias estamos estableciendo las mujeres para cuidarnos y qué esta movilizando nuestros afectos.