Algunos consensos en cuanto a la relación entre migración y consumo
Opinión: Maider Moreno García
Existen ciertos consensos en cuanto a la relación entre migración y consumo de sustancias. El primero contraviene los prejuicios y estigmas sociales y es que la población migrante tiene un índice más bajo de consumo que la población nativa en España (Sordo, Indave et al., 2015).
Lo anterior no invalida el estudio de la relación entre consumo de drogas y migración, ya que otra de las correlaciones que aparece en la bibliografía especializada apunta las condiciones de la migración, y particularmente los casos en los que implica una situación traumática, como un elemento de riesgo en el desarrollo de una adicción. Diversos estudios han demostrado el incremento o incentivo del consumo tras la migración, como una forma de autorregular o de inhibir las emociones dolorosas (Kemkem, Ivandic-Zimic et al., 2023).
La exposición a un evento traumático a menudo tiene consecuencias psicológicas. Entre ellas se incluyen la angustia reactiva, la disociación, los trastornos depresivos y de ansiedad, los trastornos de pánico y el TEPT (trastorno por estrés postraumático). Este último es el trastorno más frecuente, especialmente entre los refugiados, los desplazados y los solicitantes de asilo recién llegados. Relacionados con el trauma y el estrés, “los síntomas pueden incluir flashbacks, ansiedad grave, hipervigilancia, pesadillas, alteraciones negativas de los pensamientos y el estado de ánimo, comportamientos evasivos y complicaciones físicas (como trastornos del sueño y de la concentración, ataques de ira o comportamientos autodestructivos como el consumo de sustancias).” (Kemkem, Ivandic-Zimic et al., 2023, p. 15).
Las poblaciones desplazadas -especialmente expuestas a riesgos adicionales durante su trayecto migratorio- conocen riesgos mayores hacia su salud mental y/o física, lo que también aumenta la probabilidad de desarrollar un trastorno relacionado con el consumo de drogas.
Los peligros que relacionan la migración con el consumo aparecen en todas las etapas de la trayectoria migratoria: en la salida del país de origen, el transcurso del viaje y al llegar e “instalarse” en el país de destino. Antes de emprender el viaje, pueden darse factores que impidan u obliguen a una persona iniciar su proceso migratorio: conflictos interestatales o supranacionales, violaciones de los derechos humanos, violencia interpersonal, persecución, amenazas, búsqueda de mejores oportunidades profesionales o pérdida de estabilidad. En el caso de las personas desplazadas el trayecto puede resultar muy virulento, potencialmente mortal, largo y/o impredecible. En este sentido, las condiciones de viaje y el medio de transporte pueden desencadenar o agravar un trauma. Respecto a la llegada, esta puede entrañar situaciones traumáticas ligadas a las políticas relacionadas con la migración, la concesión y reconocimiento de la protección internacional, la exclusión social, la estigmatización, el racismo, la xenofobia, la precariedad o explotación laboral, la problemática residencial, las barreras idiomáticas y la incertidumbre administrativa pueden sostener consumos problemáticos y dificultar el acceso a tratamiento (EUDA, 2025) o a los servicios sociales y de salud.


